El articulo anterior hablamos sobre la satisfacción vital y como alcanzarla. La describimos como una emoción positiva relacionada con el pasado. El optimismo, junto con la confianza, seguridad, la esperanza es una emoción que se relaciona con el futuro y es un aspecto que puede desarrollarse.
Cuando fracasamos, todos nos sentimos transitoriamente indefensos. No obstante, hay una diferencia entre superar el fracaso o enquistarse en él y esta radica en la explicación que nos damos del mismo.
En el estilo explicativo que usamos para interpretar las situaciones a las que nos enfrentamos, podemos identificar dos dimensiones: la permanencia y la ubicuidad.
La permanencia se refiere a la atribución de los sucesos a causas permanentes. Las personas que otorgan este tipo de explicación a suceso negativos suelen pensar que las desgracias perdurarán y afectarán su vida para siempre. Por otro lado, explican los sucesos positivos relacionándolos con causas transitorias como el estado de ánimo o el esfuerzo.
Este tipo de explicación genera indefensión, ya que la persona se coloca en una posición pasiva frente a su vida en vez de ser un agente activo de cambios.
Por ejemplo, cuando llegan a consulta personas que se sienten sobrepasadas por una ruptura amorosa, uno de los rasgos comunes es que suelen pensar que no superaran la perdida de la persona amada y que no conocerán a alguien igual o mejor. Y si llegan a conocer a alguien que muestra interés en ellos, dudan de sí mismos y creen que se debe a algún factor externo a ellos.
Este tipo de personas de estilo permanente y pesimista suelen utilizar frases como “siempre” y “nunca. Así, “nunca me escuchan”, “siempre me salen las cosas mal”, “nunca gano”, “tengo mala suerte”, “soy infeliz”, son frases recurrentes en su discurso.
En cambio, las personas positivas suelen explicar los sucesos negativos de forma transitoria y más bien otorgan permanencia a los eventos positivos. Así, relacionan los eventos positivos con rasgos o capacidades personales estable y permanentes.
Esta diferencia en la interpretación redunda en que las personas se esfuercen más para conseguir el éxito, la felicidad o el bienestar no otorgan poder a la suerte y por tanto no se dan por vencidos antes de intentarlo. Es decir, se sienten agentes activos en sus propias vidas y toman las riendas de su destino.
La dimensión de ubicuidad tiene que ver con como enfocan las personas las dificultades, si cómo algo especifico y puntual de un área de su vida o como algo general que redunda en todos los aspectos de la misma.
Como explica el psicólogo Martin Seligman en su libro sobre felicidad “las personas que dan explicaciones universales para sus fracasos se rinden cuando fracasan en un ámbito determinado. Las personas que dan explicaciones especificas quizás sientan indefensión en ese ámbito de su vida, pero avanzan valientemente en los demás.”
Por ejemplo, en un caso reciente (llamémoslo N) con un cliente que estaba insatisfecho en su puesto de trabajo y se sentía desbordado por el mismo; este vio afectadas todas las áreas de su vida por esta situación, empezó a tener problemas con su pareja, con su familia de origen, dejo de hacer las cosas que le gustaban, salir con amigos, su apetito disminuyo y su sueño se vio afectado. Todos estos motivos lo obligaron a pedir la baja, situación que le genero incluso más estrés. Cuando empezamos a trabajar juntos pudo focalizar el problema y buscar alternativas de solución y al mismo tiempo comenzamos concentramos en recuperar y valorar las áreas de su vida que eran importantes y gratificantes para él.
Por el contrario, en otro caso con una madre de familia (llamémosla M) que durante nuestro proceso terapéutico fue diagnosticada de cáncer tuvo una gestión fantástica del problema y me fue maravilloso presenciar su capacidad para compartimentar las áreas de su vida y no dejar que la enfermedad arrasara con todo. Está mujer desplego una serie de recursos que le permitieron enfocarse en el problema sin descuidar su familia, su trabajo, sus amigos y su tiempo personal. De hecho, a lo largo del tratamiento pude ver cómo iba fortaleciendo y mejorando por ejemplo en su relación de pareja, su trabajo y los vínculos con su familia.
La principal diferencia entre N y M era la manera de enfocar las situaciones que se les presentaban; entre otras características personales, un rasgo distintivo era el pesimismo de uno y el optimismo de la otra. Ser optimista no quiere decir vivir en un mundo color rosa, por el contrario, implica de mucho realismo y de sopesar con claridad las situaciones. Por ejemplo, M estaba muy consciente de su situación y sentía preocupación y tristeza, no obstante, no dejaba que esas emociones se apoderaran de toda su vida y se enfocaba en buscar soluciones y alternativas para tratar su diagnóstico.
Otra gran diferencia entre los optimistas y los pesimistas es la forma en la que se enfrentan a las cosas positivas de sus vidas. El optimista tendrá un entendimiento más universal de las cosas positivas entendiendo que algo bueno contribuye a mejorar las actividades que realice y además las enfoca a rasgos más permanentes e intrínsecos. Por ejemplo, pensara que un ascenso o un aumento de sueldo se debe a su trabajo bien hecho, que su buena salud es por su estilo de vida o que una buena relación de pareja es por su compromiso. En cambio, una persona pesimista suele interpretar los eventos positivos como fortuitos y específicos es decir que muchas veces lo atañen a la suerte o a situaciones puntuales que no se repiten y no perduran en el tiempo.
Una chica, S, después de haber trabajado muy duro para salir de un episodio depresivo, seguía teniendo miedo de volver a recaer y no le daba valor a todos los cambios que había realizado, en el fondo creía que frente a cualquier crisis ella volvería a caer. Trabajamos muy duro para cambiar esas creencias y finalmente conseguimos que dejara de sabotearse a sí misma.
Una de las claves para cambiar nuestro “mindset” radica en encontrar causas permanentes y universales para los sucesos positivos y transitorias y específicas para los adversos. Como explica Seligman, las personas que despliegan esta forma de pensamiento “se recuperan de los problemas rápidamente y siguen en racha con facilidad cuando consiguen un éxito”.
Otro factor fundamental para conseguir cambiar nuestra visión del mundo es aprender a rebatir nuestras propias creencias, nuestra estilo de pensar. No dar por sentado que nuestra forma es la correcta y estar dispuestos a cuestionarnos.
Una técnica que usamos en sesiones es enseñar a las personas a usar un modelo cognitivo denomina ABCDE (por sus siglas en inglés: Adversity, Believe, Consecuences, Disputation, Energization). Les dejamos aquí la explicación por si desean ponerlo en práctica y llevar un registro en las siguientes semanas de las situaciones adversas que se presenten:
Adversidad: situación que me genera conflicto o malestar
Creencia: pensamientos basados en ideas previas de como deberían de ser las cosas.
Consecuencias: tanto emocionales como comportamentales. Qué sentí y que hice.
Rebatimiento: discusión con uno mismo para descubrir maneras diferentes de entender la misma situación.
Revitalización: resultado emocional y comportamental de haber rebatido con éxito.
No es fácil, pero ni el optimismo, ni el pesimismo son rasgos inherentes a nuestra personalidad. Son moldeables y se aprenden, ambos son el resultado de la forma en la que hemos sido criados y como nos han enseñado a interpretar las cosas que nos suceden.
Si sientes que la forma en la que estas viendo el mundo no te deja avanzar y te sientes estancado o absorbido por los problemas, tal vez ha llegado el momento de hacer algunos cambios en tu forma de pensar.
Prepárate para comenzar el 2025 con una actitud diferente enfrentando los nuevos desavíos desde una perspectiva más positiva, si necesitas ayuda para conseguirlo no dudes en contactarnos, estaremos encantados de acompañarte a comenzar este año con un pie más optimista!