En el mes del padre hemos querido hacer homenaje a todos aquellos padres que participan proactivamente en la crianza de sus hijos.
Hace una generación era excepcional ver a padres cambiando pañales, preparando biberones, dando de comer o llevando al parque a los niños. Hoy por hoy, estos son escenarios habituales.
Son muchos los factores que influyen en la nueva organización de los roles paterno / materno y favorecen un papel más activo del hombre en la crianza temprana.
Por un lado, el propio deseo y la necesidad de ambos progenitores en la implicación más igualitaria en todos los momentos y aspectos de la crianza. Por otro, los cambios sociales, la globalización, la interculturalidad, los nuevos modelos familiares (monoparentales, homosexuales, parejas separadas o reconstituidas) y los cambios de legislación.
En 1973, Konrad Lorenz, médico y etólogo (estudio del comportamiento animal) comparte el Premio Nobel de Medicina por sus estudios sobre la impronta, vínculo que se establece entre una cría y su cuidador desde los momentos tempranos de vida.
John Bowlby (1907-1990), psiquiatra y psicoanalista, influenciado entre otros por el anterior, desarrolla su conocida Teoría del Apego, que explica la tendencia y el comportamiento innatos del bebé a vincularse con las figuras cuidadoras desde los momentos iniciales de vida.
Así, un padre presente en los primeros momentos de vida de su hijo, dejará una huella imposible de borrar. Ambos progenitores serán prototipos y modelos (diferentes entre sí) de cómo el futuro adulto se relacionará con otros, con el mundo y consigo mismo. Aunque se establece un período crítico para el establecimiento del apego, dentro de los dos primeros años de vida, no debe de entenderse como algo “rígido e inamovible”, si no “dinámico y en construcción” a lo largo del desarrollo del bebé, en el cual, los roles paterno y materno, también van modificándose y adaptándose al contexto y necesidades de la familia.
En la cultura occidental moderna (la generación de nuestros padres y abuelos), el padre era la figura de autoridad y de proveedor económico. Los medios de comunicación y el cine vendían la figura ideal del padre como aquel que se sacrificaba para cubrir las necesidades económicas de la familia. Un buen padre era aquel que trabajaba todo el día fuera de casa y que llegaba de noche a “supervisar” que los hijos se hubieran portado bien y hubieran hecho caso a la madre.
El padre era aquel que ponía y hacía cumplir la norma. Era una figura fuerte y seria que inspiraba respeto.
Es muy interesante para nosotros ver en terapia, como esta cultura familiar previa influye actualmente en la dificultad de los progenitores para superar conflictos y llegar a acuerdos en las diferentes visiones de organizar los roles, entender la crianza y la educación.
Permitir al bebé la vinculación con las distintas figuras de referencia, desde el apego seguro (Mary Ainswoth, 1913-1999), principalmente por la presencia activa de la madre y el padre (pero no las únicas, no olvidemos a abuelos y otros cuidadores), facilitará un desarrollo más sano y una mejor adaptación al mundo del futuro adulto.
La sociedad ha tardado un tiempo en darse cuenta de las ventajas que tiene la presencia afectiva del padre en la vida de los hijos. En la actualidad, el involucramiento del padre en la crianza ya no es una rareza, sino la norma. Por tanto, el valor que aporta el rol del padre contemporáneo en la vida de los hijos tiene un peso trascendental en su desarrollo.
Un padre que se aproxima a la educación de los hijos desde el cariño, el respeto y el refuerzo en vez de desde la privación o el castigo, tiene la oportunidad de mostrarle a niño/a el mundo desde una mirada de seguridad, soporte y compasión. Un padre que enseña a su hijo a gestionar sus emociones desde el ejemplo, sosteniéndolo y mostrándoles el camino, transmite contención, serenidad, confianza.
Que el niño interprete su mundo como amenazante o seguro es también función del padre y, por eso, es fundamental que esta enseñanza se haga temprana y desde el afecto. Poniendo límites, sí, pero estableciendo normas y corrigiendo, siempre desde la presencia, la contención y el cariño.
Para que tanto el padre como la madre puedan ejercer sus roles adecuadamente, ambos tienen que dar acceso y espacio al otro para interactuar con el bebé. Habrá momentos y acciones llevadas a cabo inevitablemente por la madre (por ejemplo, dar el pecho), pero los dos deben tener la oportunidad de estar presentes si lo desean.
Celebramos y damos la enhorabuena este mes a todos aquellos padres que se preocupan por estar presentes activamente, por criar a partes iguales con la madre, por enseñar, por jugar, por reír, por amar.
Nuestra felicitación a esos padres que abren las puertas a sus hijos a un mundo lleno de oportunidades y a esas madres que los hacen partícipes desde el nacimiento.